” Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias” Colosences 4:2
Es muy interesante que cada vez que me encuentro con un pasaje de las Sagradas Escrituras hay algo que tiene que ver con oración.
Encuentro ejemplos, o mandamientos o exhortaciones o tal vez promesas que tienen que ver con la oración.
Encuentro un Jacob luchando con Dios o un Daniel quien oraba tres veces al día, un David quién con todo su corazón clamó a Dios y sobre la montaña encontramos un Elías orando al Señor, en la mazmorra un Pablo y Silas.
Yo encuentro en la Palabra de Dios multitudes de mandamientos sobre la oración y miles de promesas.
¿Qué me enseña todo esto? Sin duda me enseña las grandes reservas acumuladas para mi en la oración y por supuesto la importancia de la oración como un medio que el Señor me ha dado.
Dios ha destacado en su Palabra a través de estas verdades el destino que él tiene para mi como hijo y siervo de él. Si Dios me habla en su palabra acerca de la oración, es porque el sabe que yo necesito de la oración.
Son tan profundas las reservas que Dios tiene para mí como hijo que no las podré ver en acción hasta que no llegó a ese depósito de reservas con la única llave que encaja en esa cerradura, la oración. Un alma sin oración es casi un alma sin Cristo, porque oración y Cristo están tomados de la mano.
La oración es el balbuceo de un niño creyente, el grito del creyente combatiente, es el hálito del que ya no tiene aliento, es la comodidad, la fortaleza y el honor de un cristiano. Si yo soy un hijo de Dios no podré estar tranquilo hasta no vea el rostro de mi Padre en oración. Necesito hoy orar para ser más santo, más humilde y más paciente.
Hoy necesito orar para ser un ejemplo y bendición a otros. La orden que recibo del Señor hoy es: Perseverad en oración, velando en ella con acción de gracias. En todas las religiones del mundo la oración juega un papel vital. Sea mahometano, Budista y de cualquiera otra corriente.
La oración es como una columna vertebral dentro de las manifestaciones religiosas. En la vida cristiana la oración es como el oxígeno a los pulmones. No podremos vivir espiritualmente sin oración. Hoy, quiero respirar el oxígeno espiritual de la oración para darle vida a mi espíritu por el Espíritu de Dios.
Señor, el libro de los libros, tu sagrada palabra me invita cada día a entrar en la sala de tu trono y al depósito de las reservas celestiales a través de la oración.
Este es un gran y único privilegio. Puedo llegar confiadamente ante tu trono y llenar mi corazón con tu gracia a través del maravilloso camino de la oración. Gracias por preparar ese camino para mi en este día. Amén.
Fuente: http://www.renuevodeplenitud.com/
jueves, 27 de mayo de 2010
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