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sábado, 5 de junio de 2010

SEMEJANTES A DIOS

Infundiré mi Espíritu en ustedes, y haré que sigan mis preceptos y obedezcan mis leyes (Ezequiel 36: 27).


LA OBEDIENCIA QUE CONDUCE a la santificación consiste precisa­mente en que Dios promete grabar su ley en el corazón humano. La única manera cómo podemos crecer en santidad, es permitir que Dios grabe en nuestra conciencia los principios de su carácter. Esto es lo que ha­ce que nuestra naturaleza se transforme, que el viejo hombre poco a poco mue­ra y una nueva criatura se forme.


Pero esto solo es posible mediante el poder de Dios. Todo lo que podemos hacer, humanamente hablando, es rendir una obediencia externa. Sin embar­go, esa clase de sujeción no nos prepara para vivir con Dios. La obediencia externa sirve solo para este mundo, pero no para el mundo venidero.

Dios no puede llevar a su reino celestial a personas que solo rindan obe­diencia humana, porque no es de corazón, no nace naturalmente. Cuando permitimos que el Espíritu de Dios grabe sus leyes en nuestra conciencia, entonces ya no necesitamos códigos escritos ni leyes grabadas en piedra. La ra­zón se debe a que nos regimos por principios no por reglamentos. En la tie­rra nueva no habrá necesidad de escribir las leyes de Dios, porque estarán escri­tas en la mente de sus ciudadanos. Allí, los redimidos cumplirán la voluntad de Dios. Entonces seremos semejantes a él, pues sus leyes, es decir, su carác­ter, será el nuestro. Por lo mismo, la rebelión contra él nunca más se levantará otra vez, porque estaremos en armonía con él.

Este proceso de grabar las leyes de Dios en nuestra vida comienza aquí en la tierra. A través del poder del Espíritu Santo nos hacemos semejantes a él. Si este proceso no comenzara aquí en la tierra, se revelaría que la persona no está cediendo a la influencia del Espíritu, y por lo tanto no desea ser como Dios. Sin embargo, este proceso debe continuar durante toda la vida del cris­tiano, hasta que, por la resurrección o la transformación en ocasión de la se­gunda venida de Cristo, seamos totalmente renovados a la semejanza de Dios.

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